Mi reseña:

“Lo observo dar marcha atrasa, doblar por el sendero y alejarse. Oigo cómo las ruedas golpean contra el guardaganado, luego el cambio de velocidad y el ruido del motor desandando el camino por el que llegamos. ¿Por qué se fue sin decir más que adiós, sin siquiera mencionar que volvería a buscarme? La brisa cargada y extraña que cruza el patio ahora se siente más fría, y grandes nubes blancas cruzan por sobre el establo”
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Tres luces es una novela corta que transcurre en una zona rural del sudeste de Irlanda en los años 80. Es la historia de una niña, la narradora del relato, que es enviada a pasar una temporada en la granja de Edna y John Kinsella hasta que su nuevo hermanito nazca. La voz de la niña refleja la tristeza que siente cuando su padre la deja y ni siquiera se despide, como si lo que hubiera dejado no fuera su hija sino un objeto de poca importancia. Hasta se olvida de bajar del auto su valija con su ropa. Los Kinsella la tratan muy amorosamente y le dicen que se puede quedar el tiempo que ella quiera, puede bañarse a diario, la peinan, le dan una habitación propia, y ropa nueva, aunque de varón. La casa es distinta a la suya, tiene un baño completo, un freezer donde preservar la comida, un clima pacífico y amoroso, e insisten en que allí no hay secretos. La niña, si bien es silenciosa, es también muy observadora y nota detrás de sus sonrisas y cariños, una tristeza muy profunda.
Me pareció una novela muy hermosa a pesar de haberme hecho sentir muy triste. La familia es el eje central; una repleta de niños, otra con un vacío existencial imposible de entender desde el lugar de un niño. Sin embargo, ella logra conectar con los Kinsella desde su propio lugar, el de una niña casi deshechada por sus padres que parece experimentar por primera vez el amor de unos padres, unos que habían perdido la posibilidad de darlo.

Editorial: Eterna Cadencia