Mi reseña:
“Es sabido que el raviol se come de un bocado, y que en un plato entran incontables ravioles. El raviol no es una entidad definida, existe en la acumulación. Decir “comí un raviol” es una cosa absurda, un sinsentido. Un sorrentino, en cambio, es un ente en sí mismo. Un niño o una mujer que se alimentara como un pajarito pueden comer un solo sorrentino con total dignidad. El sorrentino se puede cortar tres o cuatro veces, y el pedacito resultante sería un bocado tan decente como cualquier raviol.”
___________
La familia Vespolini, originaria de Nápoles, se instaló en Mar del Plata a principios del siglo XX y abrió la Trattoria Napolitana, el primer restaurante en el mundo en servir sorrentinos. Argentino, alias Chiche, el menor de cinco hermanos, quien fue nombrado Ciudadano Ilustre del municipio de Sorrento, es quien hereda el restaurante y jamás se desarraiga de una fuerte tradición familiar culinaria: es sacrílego confundir los sorrentinos con otras pastas rellenas, se sirven seis y se comen de una manera particular, se sigue un ritual irrompible. La cocina, donde todo sucede, es el centro de la acción; los clientes del restaurante no eligen sentarse contemplando las calles marplatenses sino que prefieren descubrir lo que sucede en la cocina: allí es donde la cuestión ocurre, allí es donde florece todo. Los Vespolini son una familia clánica, grande y ruidosa, y almuerzan juntos todos los días en la Trattoria. Como todas las familias, atraviesan amores y desamores, reciben nuevos novios o novias, quienes acá pasan por la estricta evaluación del ritual de las pastas, se casan y se divorcian, viven traiciones, y atraviesan enfermedades y duelos de muertes de seres queridos. Una prosa alegre, napolitana, liviana pero contundente, con un tinte tragicómico que suelta un dejo de tristeza. Los Sorrentinos es la historia de una familia; el epígrafe “A mi familia” nos abre las puertas al mundo de los Vespolini y las pastas, y las puertas se cierran detrás nuestro con Chiche, ya mayor, recordando su vida, su familia.
Editorial: Sigilo
Los Sorrentinos - Virginia Higa
Mi reseña:
“Es sabido que el raviol se come de un bocado, y que en un plato entran incontables ravioles. El raviol no es una entidad definida, existe en la acumulación. Decir “comí un raviol” es una cosa absurda, un sinsentido. Un sorrentino, en cambio, es un ente en sí mismo. Un niño o una mujer que se alimentara como un pajarito pueden comer un solo sorrentino con total dignidad. El sorrentino se puede cortar tres o cuatro veces, y el pedacito resultante sería un bocado tan decente como cualquier raviol.”
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La familia Vespolini, originaria de Nápoles, se instaló en Mar del Plata a principios del siglo XX y abrió la Trattoria Napolitana, el primer restaurante en el mundo en servir sorrentinos. Argentino, alias Chiche, el menor de cinco hermanos, quien fue nombrado Ciudadano Ilustre del municipio de Sorrento, es quien hereda el restaurante y jamás se desarraiga de una fuerte tradición familiar culinaria: es sacrílego confundir los sorrentinos con otras pastas rellenas, se sirven seis y se comen de una manera particular, se sigue un ritual irrompible. La cocina, donde todo sucede, es el centro de la acción; los clientes del restaurante no eligen sentarse contemplando las calles marplatenses sino que prefieren descubrir lo que sucede en la cocina: allí es donde la cuestión ocurre, allí es donde florece todo. Los Vespolini son una familia clánica, grande y ruidosa, y almuerzan juntos todos los días en la Trattoria. Como todas las familias, atraviesan amores y desamores, reciben nuevos novios o novias, quienes acá pasan por la estricta evaluación del ritual de las pastas, se casan y se divorcian, viven traiciones, y atraviesan enfermedades y duelos de muertes de seres queridos. Una prosa alegre, napolitana, liviana pero contundente, con un tinte tragicómico que suelta un dejo de tristeza. Los Sorrentinos es la historia de una familia; el epígrafe “A mi familia” nos abre las puertas al mundo de los Vespolini y las pastas, y las puertas se cierran detrás nuestro con Chiche, ya mayor, recordando su vida, su familia.
Editorial: Sigilo
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