El subte es el medio más rápido para atravesar la ciudad de Buenos Aires. Conseguí un asiento y me senté. Fue un alivio, no porque estuviera cansada. Saqué el libro de la cartera y me dispuse a leer. Estaba fascinada con el libro de Irvin Yalom, Un año con Schopenhauer. Me lo había recomendado Patricia. Me puse los anteojos, abrí el libro donde estaba marcado y leí un par de páginas. Me detuve en una frase que me gustó para las conferencias que doy: “El talento se parece al tirador que da en un blanco que los demás no pueden alcanzar; el genio se parece al tirador que da en un blanco que los demás no pueden ver”. Pero más adelante otra frase me perturbó: “Una vida feliz es imposible, lo máximo que puede obtener el hombre es una vida heroica”. La lectura se me hacía difícil porque cada tanto subía al vagón algún vendedor ambulante o un artista callejero, o una criatura que pedía plata. Cerré el libro. No podía concentrarme a pesar de mis deseos de leer. Tenía el mejor libro para mi circunstancia. Un libro con el que el lector hace terapia junto a los pacientes de Julius, el terapeuta. Estaban construidos para
diferenciarse pero al mismo tiempo para complementarse. 
La terapia de uno le servía a otro. Como me pasaba a mí con ellos. En ese momento creí que era mejor seguir leyendo el libro y no ir más a lo de María. Pensar en María me remitió a Martín. Y pensar en él me recordó la conversación que habíamos tenido la noche anterior sentados en la cama.

Editorial: Alto pogo

Los deseos - Vivian Dragna

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El subte es el medio más rápido para atravesar la ciudad de Buenos Aires. Conseguí un asiento y me senté. Fue un alivio, no porque estuviera cansada. Saqué el libro de la cartera y me dispuse a leer. Estaba fascinada con el libro de Irvin Yalom, Un año con Schopenhauer. Me lo había recomendado Patricia. Me puse los anteojos, abrí el libro donde estaba marcado y leí un par de páginas. Me detuve en una frase que me gustó para las conferencias que doy: “El talento se parece al tirador que da en un blanco que los demás no pueden alcanzar; el genio se parece al tirador que da en un blanco que los demás no pueden ver”. Pero más adelante otra frase me perturbó: “Una vida feliz es imposible, lo máximo que puede obtener el hombre es una vida heroica”. La lectura se me hacía difícil porque cada tanto subía al vagón algún vendedor ambulante o un artista callejero, o una criatura que pedía plata. Cerré el libro. No podía concentrarme a pesar de mis deseos de leer. Tenía el mejor libro para mi circunstancia. Un libro con el que el lector hace terapia junto a los pacientes de Julius, el terapeuta. Estaban construidos para
diferenciarse pero al mismo tiempo para complementarse. 
La terapia de uno le servía a otro. Como me pasaba a mí con ellos. En ese momento creí que era mejor seguir leyendo el libro y no ir más a lo de María. Pensar en María me remitió a Martín. Y pensar en él me recordó la conversación que habíamos tenido la noche anterior sentados en la cama.

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