Mi reseña:

"La lista era parte de un plan: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluiso, al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no podía darle a su cuerpo nada de eso."
___________________________
Leí este cuento por primera vez hace varios años y me dejó pasmada. Lo leí como parte de la colección de cuentos de Samanta Schweblin "Siete casas vacías". Volví a leerlo hace un año y medio porque lo elegimos con mi amiga @florcitacoelho como material de un taller de lectura sobre la vejez. Lo leí por tercera vez este fin de semana para debatirlo en un encuentro; esta vez en inglés, una traducción que me pareció muy buena. Quedé más pasmada aún.
A quienes no leyeron este cuento, quiero recomendárselos con mucho énfasis y contarles que está disponible esta hermosísima edición ilustrada.

Lola se prepara para morir. Su cuerpo parece haberla abandonado; el que tiene se siente foráneo, la avergüenza su incompetencia, su torpeza. La respiración, una que parece surgir de las profundidades de un cuerpo que se deteriora, ha tomado un lugar central; su "sonido le parecía el de un ser ancestral respirándole en la nuca". Y él, quien la irrita, gestiona la mayor parte de las rutinas diarias, a pesar de, a su criterio, nunca hacerlo como ella seguramente lo hubiese hecho.
El mundo de Lola se ha reducido a mirar televisión, a sus vecinos y a ordenar absolutamente todo en cajas. El mundo de Lola se ha reducido a una planificación minusiosa con la muerte como fin último, tan deseada a diario.
Y el incidente. Y la chocolata. Esa para su hijo que ya no está.
Cuando terminen de leerlo, seguramente digan, "¡Claro! ¿Cómo no la vi venir?". Les recomiendo que lo vuelvan a leer, para que vean como Samanta Schweblin se los dijo todo el tiempo.

Editorial: Páginas de espuma

La respiración cavernaria - Samanta Schweblin

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"La lista era parte de un plan: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluiso, al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no podía darle a su cuerpo nada de eso."
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Leí este cuento por primera vez hace varios años y me dejó pasmada. Lo leí como parte de la colección de cuentos de Samanta Schweblin "Siete casas vacías". Volví a leerlo hace un año y medio porque lo elegimos con mi amiga @florcitacoelho como material de un taller de lectura sobre la vejez. Lo leí por tercera vez este fin de semana para debatirlo en un encuentro; esta vez en inglés, una traducción que me pareció muy buena. Quedé más pasmada aún.
A quienes no leyeron este cuento, quiero recomendárselos con mucho énfasis y contarles que está disponible esta hermosísima edición ilustrada.

Lola se prepara para morir. Su cuerpo parece haberla abandonado; el que tiene se siente foráneo, la avergüenza su incompetencia, su torpeza. La respiración, una que parece surgir de las profundidades de un cuerpo que se deteriora, ha tomado un lugar central; su "sonido le parecía el de un ser ancestral respirándole en la nuca". Y él, quien la irrita, gestiona la mayor parte de las rutinas diarias, a pesar de, a su criterio, nunca hacerlo como ella seguramente lo hubiese hecho.
El mundo de Lola se ha reducido a mirar televisión, a sus vecinos y a ordenar absolutamente todo en cajas. El mundo de Lola se ha reducido a una planificación minusiosa con la muerte como fin último, tan deseada a diario.
Y el incidente. Y la chocolata. Esa para su hijo que ya no está.
Cuando terminen de leerlo, seguramente digan, "¡Claro! ¿Cómo no la vi venir?". Les recomiendo que lo vuelvan a leer, para que vean como Samanta Schweblin se los dijo todo el tiempo.

Editorial: Páginas de espuma