Mi reseña:

“Mamá levantándome en los hombros para que coma del árbol, mamita haciéndome caminar sobre un leño caído, mostrándome el sexo, ansiosa esperando a que me haga adicta. Ávida de que tome altura, midiendo con un crayón contra la pared. Mamá feliz cuando mi espalda es atravesada por un elástico sujetador y ya hablo sucio. Mamá sonriente el día en que un hombre me siguió por el bosque, y me dijo, no tengas miedo. El día que un hombre me siguió por la escalera caracol prometiendo una foto de cuando era bebé. Satisfecha cuando empece a dibujar erecciones en las mesas del colegio. Ansiosa por poder pitar como dos chimeneas en los atardeceres, irnos de copas a un pub de navegantes tatuados, reír en la barra como dos histéricas pueblerinas y tocar bíceps. […] Bailar conmigo pegada un bolero sin miedo a que las autoridades la denuncien otra vez y ella tenga que buscarme con la cabeza gacha. Intentando modular como las otras en la comisaría.”

_____
La débil mental es una novela dura y cruda, no solo por su dureza literal sino porque nos metemos en los sentimientos y pensamientos más profundos de la narradora. Escrita en formato de monólogo interior, la narradora nos saca el velo del vínculo esperable e idealizado entre una madre y una hija. Es difícil discernir por momentos si es la voz de la narradora o de la madre, tan iguales y tan distintas, tan amadas y tan odiadas; madre e hija se desean y se quieren destruir, se abrazan y sueñan con asesinarse, “¿alguien desearía algo tanto como para destruirlo?”. Una madre que espía a su hija mientras tiene sexo con un hombre y la aplaude y le exige la confirmación de un orgasmo; ella de niña siendo testigo de las relaciones sexuales de su propia madre y la dificultad eventual y causal de relacionarse con los hombres en la adultez. Madre e hija se hablan como pares, se agreden como pares, “¿hace cuanto que no te la meten, mamá?”. 100 páginas de emociones y sentimientos fuera de control y a flor de piel; el ir y venir de los pensamientos, el salto de un tema a otro, de un recuerdo a otro, de una fantasía a otra. La débil mental es poesía, es intensidad en cada una de sus frases.

Editorial: Mardulce

La débil mental - Ariana Harwicz

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“Mamá levantándome en los hombros para que coma del árbol, mamita haciéndome caminar sobre un leño caído, mostrándome el sexo, ansiosa esperando a que me haga adicta. Ávida de que tome altura, midiendo con un crayón contra la pared. Mamá feliz cuando mi espalda es atravesada por un elástico sujetador y ya hablo sucio. Mamá sonriente el día en que un hombre me siguió por el bosque, y me dijo, no tengas miedo. El día que un hombre me siguió por la escalera caracol prometiendo una foto de cuando era bebé. Satisfecha cuando empece a dibujar erecciones en las mesas del colegio. Ansiosa por poder pitar como dos chimeneas en los atardeceres, irnos de copas a un pub de navegantes tatuados, reír en la barra como dos histéricas pueblerinas y tocar bíceps. […] Bailar conmigo pegada un bolero sin miedo a que las autoridades la denuncien otra vez y ella tenga que buscarme con la cabeza gacha. Intentando modular como las otras en la comisaría.”

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La débil mental es una novela dura y cruda, no solo por su dureza literal sino porque nos metemos en los sentimientos y pensamientos más profundos de la narradora. Escrita en formato de monólogo interior, la narradora nos saca el velo del vínculo esperable e idealizado entre una madre y una hija. Es difícil discernir por momentos si es la voz de la narradora o de la madre, tan iguales y tan distintas, tan amadas y tan odiadas; madre e hija se desean y se quieren destruir, se abrazan y sueñan con asesinarse, “¿alguien desearía algo tanto como para destruirlo?”. Una madre que espía a su hija mientras tiene sexo con un hombre y la aplaude y le exige la confirmación de un orgasmo; ella de niña siendo testigo de las relaciones sexuales de su propia madre y la dificultad eventual y causal de relacionarse con los hombres en la adultez. Madre e hija se hablan como pares, se agreden como pares, “¿hace cuanto que no te la meten, mamá?”. 100 páginas de emociones y sentimientos fuera de control y a flor de piel; el ir y venir de los pensamientos, el salto de un tema a otro, de un recuerdo a otro, de una fantasía a otra. La débil mental es poesía, es intensidad en cada una de sus frases.

Editorial: Mardulce