Mi reseña:

“Observa la imagen de la otra nena, su rostro, en una foto que ocupa un cuadrado en la parte inferior izquierda de la página del diario. Una nena. Una nena como cualquier otra. Y sin embargo, distinta."
______________
Una nena de 11 años vive con su tía y su perro en la casita detrás de la cancha de tenis de una mansión en el barrio Beverly Hills, Punta del Este, Uruguay. Sus dueñxs son unxs brasileñxs que compraron la casa para habitarla durante las vacaciones y fines de semana largos; miran telenovelas brasileñas mientras toman whisky y comen maníes y aceitunas. La nena y su tía comen las sobras; el perro las sobras de las sobras. La nena lxs observa desde el jardín, a través de los ventanales de vidrio. Ella lxs escucha con detenimiento para así poder aprender portugués e ir a vivir a Brasil, quizás adoptada por una pareja de brasileñxs, ricxs, bellxs, bronceadxs y sin preocupaciones, como ellos. Detrás de los vidrios impolutos existe una vida que parece fácil, con comodidades y diversión. Afuera, en el jardín, hay una piscina negra en la que nadie se mete. Y mientras una nena sueña con una vida mejor, otra es asesinada.
Con una estructura teatral y una voz en tercera persona enfocada en la nena y en el perro (personaje personificado que funciona como su centinela) la escritora nos ofrece, desde esas perspectivas, una serie de datos que funcionan como símbolos para que nosotrxs como lectores atemos cabos y lleguemos a nuestro final: una mujer distinta que lee la novela Los Miserables de Victor Hugo, la noticia del femicidio infantil, la temperatura que aumenta, rituales extraños, y una pileta negra en la que un libro no se hunde pero sí seres vivos.
La trama no es lineal y creo que es una novela de la que varias reflexiones y conclusiones pueden salir. Lxs invito a compartirlas.

Editorial: Tenemos las máquinas

La Banda Oriental - Paloma Vidal

$17.900,00
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Una nena de 11 años vive con su tía y su perro en la casita detrás de la cancha de tenis de una mansión en el barrio Beverly Hills, Punta del Este, Uruguay. Sus dueñxs son unxs brasileñxs que compraron la casa para habitarla durante las vacaciones y fines de semana largos; miran telenovelas brasileñas mientras toman whisky y comen maníes y aceitunas. La nena y su tía comen las sobras; el perro las sobras de las sobras. La nena lxs observa desde el jardín, a través de los ventanales de vidrio. Ella lxs escucha con detenimiento para así poder aprender portugués e ir a vivir a Brasil, quizás adoptada por una pareja de brasileñxs, ricxs, bellxs, bronceadxs y sin preocupaciones, como ellos. Detrás de los vidrios impolutos existe una vida que parece fácil, con comodidades y diversión. Afuera, en el jardín, hay una piscina negra en la que nadie se mete. Y mientras una nena sueña con una vida mejor, otra es asesinada.
Con una estructura teatral y una voz en tercera persona enfocada en la nena y en el perro (personaje personificado que funciona como su centinela) la escritora nos ofrece, desde esas perspectivas, una serie de datos que funcionan como símbolos para que nosotrxs como lectores atemos cabos y lleguemos a nuestro final: una mujer distinta que lee la novela Los Miserables de Victor Hugo, la noticia del femicidio infantil, la temperatura que aumenta, rituales extraños, y una pileta negra en la que un libro no se hunde pero sí seres vivos.
La trama no es lineal y creo que es una novela de la que varias reflexiones y conclusiones pueden salir. Lxs invito a compartirlas.

Editorial: Tenemos las máquinas