Mi reseña:

En la milicia, están aquellos que hacen las cosas bien y aquellos que terminan en Jaulagrande, una base militar rodeada de desechos y de muerte, ubicada en una planicie sin horizonte y rodeada por un muro de cemento que la separa del resto del mundo. Jaulagrande es un "páramo contaminado" en el que sólo gansos parecen poder sobrevivir; ellos andan por doquier y comen basura y eligen cada bocado con minuciosidad, como buscando la nutrición en cada objeto. Hasta en la pólvora. En Jaulagrande el olor a pis, a amoníaco, “a inodoro sucio” es tan constante y fuerte, que a veces ya ni se siente. 
Y allí llegan el general Fresno, Peggy, su mujer, y Boris, su hijo de 12 años. Todos tienen arrepentimientos diferentes que los acechan, pero todos parecen compartir el deseo de liberarse de ellos. En este contexto distópico, entonces, se encuentra esta familia, y Jaulagrande funciona como una suerte de purgatorio, una antesala del cielo o del infierno. 
“Jaulagrande” es una novela que te atrapa desde la primera página. El narrador en tercera persona es tan desapegado que pareciera ni siquiera querer ser omnisciente. Se muestra desresponsabilizado de todo, como si siempre estuviese a punto de soltarles la mano a los personajes y abandonarlos dentro del pozo para que terminen de pudrirse y no encuentren la liberación que buscan. Va destejiendo la trama austeramente, sus frases cortas aceleran el tiempo y su distancia crea suspenso y un mood muy al estilo El Resplandor.
Si te gustan las novelas distópicas, de suspenso, simbólicas y breves, llévate Jaulagrande. Conseguila en Las Orquídeas de Dolores.

 

Editorial: Fiordo

Jaulagrande - Guadalupe Faraj

$23.000,00
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Mi reseña:

En la milicia, están aquellos que hacen las cosas bien y aquellos que terminan en Jaulagrande, una base militar rodeada de desechos y de muerte, ubicada en una planicie sin horizonte y rodeada por un muro de cemento que la separa del resto del mundo. Jaulagrande es un "páramo contaminado" en el que sólo gansos parecen poder sobrevivir; ellos andan por doquier y comen basura y eligen cada bocado con minuciosidad, como buscando la nutrición en cada objeto. Hasta en la pólvora. En Jaulagrande el olor a pis, a amoníaco, “a inodoro sucio” es tan constante y fuerte, que a veces ya ni se siente. 
Y allí llegan el general Fresno, Peggy, su mujer, y Boris, su hijo de 12 años. Todos tienen arrepentimientos diferentes que los acechan, pero todos parecen compartir el deseo de liberarse de ellos. En este contexto distópico, entonces, se encuentra esta familia, y Jaulagrande funciona como una suerte de purgatorio, una antesala del cielo o del infierno. 
“Jaulagrande” es una novela que te atrapa desde la primera página. El narrador en tercera persona es tan desapegado que pareciera ni siquiera querer ser omnisciente. Se muestra desresponsabilizado de todo, como si siempre estuviese a punto de soltarles la mano a los personajes y abandonarlos dentro del pozo para que terminen de pudrirse y no encuentren la liberación que buscan. Va destejiendo la trama austeramente, sus frases cortas aceleran el tiempo y su distancia crea suspenso y un mood muy al estilo El Resplandor.
Si te gustan las novelas distópicas, de suspenso, simbólicas y breves, llévate Jaulagrande. Conseguila en Las Orquídeas de Dolores.

 

Editorial: Fiordo