Mi reseña:

"Al llegar al San Alfonso quizás no estaba desanimado ni buscaba un remezón de novedades: simple o complejamente levitaba en una adictiva ausencia de expectativas. Y en este escenario sería mezquino no reconocer que Agustina me sacudió como quien agita un árbol para botar nidos, agua de lluvia, un gato o una pelota atrapada entre las ramas."
______________________
Luego de dos años sin dar clases, en marzo de 2014 Antonio vuelve al aula como docente de literatura y escritura en el exclusivo colegio San Alfonso, un secundario en la ciudad de Santiago. Una de las primeras advertencias que Antonio recibe por parte de los directivos de la institución es que tenga cuidado con una alumna en particular: Agustina es "una adolescente inmanejable, grosera y mentirosa." Le aconsejan también que se cuide, "Los hombres jóvenes deben cuidarse, Antonio. Supongo que me entiendes." Y es desde el primer momento que Agustina comienza a hablarle de un modo que incomoda a Antonio, como si la confianza no tuviera límite; los acercamientos físicos que pasan la barrera del espacio personal comienzan a ser cada vez más habituales. Antonio se encontrará en la disyuntiva entre involucrarse en las necesidades personales de una adolescente y una institución que le exige el cumplimiento de un reglamento y de una ley. “El sol es blanco, (…) pero cuando la luz entra a la Tierra todo se distorsiona y se ve amarillo, color papaya (…). Es el cielo el que cambia, ¿cachái?, no el sol. Mis ojos, por ejemplo, en la tarde se ponen verdes.” La historia de un docente que a pesar de saber que está avanzando por un camino peligroso decide recorrerlo. Una historia que puede leerse desde distintas perspectivas: una de color blanco y otra de color papaya.

Editorial: La Pollera