Mi reseña:

"No me doy cuenta si es cielo o mar. Sostengo una pieza de puzzle celeste, la doy vueltas en mi mano, le paso el dedo por los bordes. A veces interrumpo a mi madre, que mira el informativo a mi lado, para preguntarle si las piezas irán por encima o por debajo de los barcos."
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En un viaje junto a su madre y con más de 20 años de edad, la narradora de "Debimos ser felices" encuentra una nota de suicidio de su madre que había escrito antes de que ella naciera. Ese descubrimiento inesperado (o quizás no) es disparador de un relato que regresa en el tiempo y que, con saltos temporales, construye la historia familiar.
El título de la novela carga con una fuerte tristeza muy presente en el relato, una nostalgia de un pasado que podría haber sido diferente, pero que también podría haberse vivido diferente. Esa nostalgia se siente gracias a la prosa sensible, delicada y luminosa. Una abuela que escapa para siempre de un hombre violento, una madre sensible y poderosa, y desbordada de emocionalidad; una niña narradora que deviene en mujer, que borra el límite con su madre y que construye un relato ajeno y muy propio a la vez.
"Debimos ser felices" es una novela de capítulos breves, de menos de una página; escenas muy cinematográficas que con una imagen visual te permiten ver al personaje con profundidad y realismo.
Leer "Debimos ser felices" es como leer retazos de vida que se van cosiendo hasta llegar a una prenda hermosa, una obra de arte.
Mucha sensibilidad y empatía; mucha agua, mucho Piscis.

Editorial: Montacerdos