Mi reseña:

“No merezco respirar. Respiro. Mi condena es respirar.”
______________
Una mujer lleva a su hijo de tres años, Daniel, a jugar al parque. En su cabeza está su amante Vladimir, de quien espera un mensaje. “(…) uno, dos, tres pasos”, mirada arriba, Daniel sigue ahí jugando. Mirada al celular. Nueve pasos. Daniel no está más.
En “Casas vacías”, la escritora mexicana, Brenda Navarro, nos lleva a lo más profundo del dolor de una madre, al agujero negro en el que se sumerge y del que no hay salida posible. La vida en ese segundo de descuido, de distracción, se transforma en la tortura más inimaginable, el cuerpo en una “olla a presión”; el no haber deseado la maternidad es el peor castigo, y el deseo más grande dejar de respirar, porque respirar asfixia.
En la segunda parte de la novela, la voz cambia y es la nueva mamá de Daniel, ahora Leonel, la que habla. Y acá la autora nos pone en una encrucijada moral. Inicialmente quizás pensamos que nunca podremos sentir empatía o comprensión por quien roba un niñe, sin embargo, creo que un contexto de exclusión social, de abuso y de violencia doméstica nos puede, al menos, hacer dudar. Leemos la voz de una mujer que es incapaz de alejarse del rol de mujer en un contexto agresivo, patriarcal y femicida, de pobreza y de casi inexistentes oportunidades y recursos. Es incapaz de marcharse y dejar al hombre que la violenta, porque contradictoriamente, es con quien desea formar una familia. La salida posible: Leonel.
Brenda Navarro nos alterna entre dos voces femeninas muy distintas; la primera es más fragmentada y sintácticamente ordenada, la segunda más caótica, como una larga exhalación de palabras, y con léxico lunfardo mexicano muy presente. Dos mujeres hundidas en una abrumante soledad, culpa y remordimiento, con el corazón vacío; “era eso lo que había que hacer: ser las casas vacías para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías.”
Y Daniel-Leonel un niño con autismo, un desaparecido, un niño sin voz.
Angustia y mucho, y quizás por eso es que lo recomiendo. La literatura interpela.

Editorial: Sexto Piso

Casas vacías - Brenda Navarro

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“No merezco respirar. Respiro. Mi condena es respirar.”
______________
Una mujer lleva a su hijo de tres años, Daniel, a jugar al parque. En su cabeza está su amante Vladimir, de quien espera un mensaje. “(…) uno, dos, tres pasos”, mirada arriba, Daniel sigue ahí jugando. Mirada al celular. Nueve pasos. Daniel no está más.
En “Casas vacías”, la escritora mexicana, Brenda Navarro, nos lleva a lo más profundo del dolor de una madre, al agujero negro en el que se sumerge y del que no hay salida posible. La vida en ese segundo de descuido, de distracción, se transforma en la tortura más inimaginable, el cuerpo en una “olla a presión”; el no haber deseado la maternidad es el peor castigo, y el deseo más grande dejar de respirar, porque respirar asfixia.
En la segunda parte de la novela, la voz cambia y es la nueva mamá de Daniel, ahora Leonel, la que habla. Y acá la autora nos pone en una encrucijada moral. Inicialmente quizás pensamos que nunca podremos sentir empatía o comprensión por quien roba un niñe, sin embargo, creo que un contexto de exclusión social, de abuso y de violencia doméstica nos puede, al menos, hacer dudar. Leemos la voz de una mujer que es incapaz de alejarse del rol de mujer en un contexto agresivo, patriarcal y femicida, de pobreza y de casi inexistentes oportunidades y recursos. Es incapaz de marcharse y dejar al hombre que la violenta, porque contradictoriamente, es con quien desea formar una familia. La salida posible: Leonel.
Brenda Navarro nos alterna entre dos voces femeninas muy distintas; la primera es más fragmentada y sintácticamente ordenada, la segunda más caótica, como una larga exhalación de palabras, y con léxico lunfardo mexicano muy presente. Dos mujeres hundidas en una abrumante soledad, culpa y remordimiento, con el corazón vacío; “era eso lo que había que hacer: ser las casas vacías para albergar la vida o la muerte, pero al fin y al cabo, vacías.”
Y Daniel-Leonel un niño con autismo, un desaparecido, un niño sin voz.
Angustia y mucho, y quizás por eso es que lo recomiendo. La literatura interpela.

Editorial: Sexto Piso