Mi reseña

“La mejor tecnología es la buena memoria. Tomo notas y soy muy cuidadoso con no arruinarlas. Quiero decir: con no arruinar la impresión original. Todo sirve. Las notas de audio, que pueden ser muy útiles, también pueden trivializar.”
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El narrador, un escritor documentalista en sus 30, pasa un fin de semana largo junto a su familia, su mujer Valeria, su cuñada y madre soltera, sus suegros, y la bisabuela, en un hotel de aguas termales en la Mesopotamia llamado Horacio Quiroga. Refugiados en el completo ocio de un lugar que ofrece una máxima relajación y vida saludable, los huéspedes circulan en trajes de baño y bata, como si estuvieran viviendo un paréntesis de sus vidas, como si el tiempo estuviera suspendido. Se crea así una situación de intimidad; los cuerpos caminan casi desnudos, todos se observan, todos creen conocer así al otro y por efecto tener la libertad de opinar sin misericordia. Hombres mayores que, refugiados en la supuesta impunidad que trae la edad, no quitan sus ojos de los cuerpos jóvenes femeninos; maridos que desean las mujeres de otros; parejas mayores que año a año buscan la calidez del agua y sentir que estarán acá un tiempo más. El narrador observa el comportamiento humano, los vínculos, busca en google curiosidades banales que espontáneamente llaman su atención, y anota pero poco importa si eso se pierde, porque lo que importa es lo que queda en la memoria. “Visto desde arriba todo es tan simple”.
“Veteranos de la guerra del día” es una novela que se lee fácil por su prosa sencilla; es un relato de un ojo observador que mira a través del lente de una cámara. Por momentos coquetea con lo prohibido, con lo mal visto, pero al final nunca sale de detrás del cristal.

Editorial: Entropía