Los diez cuentos que componen este libro de Cristian Godoy  se mueven, con sutileza, por diferentes situaciones. Por diferentes desencuentros, en realidad. La sutileza también está presente en el lenguaje que utilizan los narradores de Ruidos molestos. Una ironía moderada recorre las historias, que van quedando a mitad de camino entre lo que se dice y cómo se lo dice. El tipo de realismo que practica Godoy, una especie de realismo irónico –o corrosivo-, nos permite tomar distancia de lo que leemos y, al mismo tiempo, involucrarnos con sus personajes como si los conociéramos desde siempre.
Una pareja gay que se separa, una secretaria que se mete en un cine porno para espiar a un compañero, un grupo de amigos que se quedan mirando un largo rato el cuerpo caído de una mujer, sin saber si está muerta o no.

Desde el primero hasta el último cuento de Ruidos molestos, la mirada de Cristian Godoy disecciona, escarba, con una prosa limpia y ágil. Es difícil abandonar la lectura del libro antes del final. Por más que se trate de un conjunto de relatos, se leen con la voracidad de una novela, saltando de una situación a otra, y confirmando a Godoy como un narrador hábil y diestro, que trabaja con historias donde los secretos vinculan y separan a las personas.  

Editorial: Conejos

Ruidos Molestos - Cristian Godoy

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Los diez cuentos que componen este libro de Cristian Godoy  se mueven, con sutileza, por diferentes situaciones. Por diferentes desencuentros, en realidad. La sutileza también está presente en el lenguaje que utilizan los narradores de Ruidos molestos. Una ironía moderada recorre las historias, que van quedando a mitad de camino entre lo que se dice y cómo se lo dice. El tipo de realismo que practica Godoy, una especie de realismo irónico –o corrosivo-, nos permite tomar distancia de lo que leemos y, al mismo tiempo, involucrarnos con sus personajes como si los conociéramos desde siempre.
Una pareja gay que se separa, una secretaria que se mete en un cine porno para espiar a un compañero, un grupo de amigos que se quedan mirando un largo rato el cuerpo caído de una mujer, sin saber si está muerta o no.

Desde el primero hasta el último cuento de Ruidos molestos, la mirada de Cristian Godoy disecciona, escarba, con una prosa limpia y ágil. Es difícil abandonar la lectura del libro antes del final. Por más que se trate de un conjunto de relatos, se leen con la voracidad de una novela, saltando de una situación a otra, y confirmando a Godoy como un narrador hábil y diestro, que trabaja con historias donde los secretos vinculan y separan a las personas.  

Editorial: Conejos