La literatura puede servir para liberarse de algo, para tratar de entender aquello que no se puede pensar de otro modo, y también puede no servir para nada. No exactamente formaría parte de esta tercera categoría, que defiende su carácter lúdico sin pretender ser nada más que aquello que es: hacer y pensar con el lenguaje.

A No exactamente lo habitan personajes que se cuentan historias sin parar, se las inventan, las exageran, utilizan todos los recursos a su alcance porque saben que la historia la gana el que mejor la sabe contar. En "El desprecio", un novio celoso se inventa el romance de su mujer con el socio; en “Nuestros Seres Queridos” los amigos de un pequeño pueblo parecen hacer las cosas sólo para poder contarlas después; y en “El bailarín eléctrico” la figura de Chaco crece en la voz de un rengo que narra un duelo que no es con armas sino tirando pasos de baile. Los personajes toman decisiones delirantes que solo se justifican para que la máquina narrativa avance más y más. Porque aquí la ficción —lo único que importa— se impone ante una realidad que evoca desesperadamente un sentido, para luego encontrarse en ese lugar donde nada es exactamente.

Con una prosa elegante de risa a boca cerrada, Caravario honra el lanzamiento de la colección Jóvenes para siempre, un lugar para aquellos que insisten en que escribir está más allá de todo.

Editorial: Tenemos las Máquinas

No exactamente - Alejandro Caravario

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La literatura puede servir para liberarse de algo, para tratar de entender aquello que no se puede pensar de otro modo, y también puede no servir para nada. No exactamente formaría parte de esta tercera categoría, que defiende su carácter lúdico sin pretender ser nada más que aquello que es: hacer y pensar con el lenguaje.

A No exactamente lo habitan personajes que se cuentan historias sin parar, se las inventan, las exageran, utilizan todos los recursos a su alcance porque saben que la historia la gana el que mejor la sabe contar. En "El desprecio", un novio celoso se inventa el romance de su mujer con el socio; en “Nuestros Seres Queridos” los amigos de un pequeño pueblo parecen hacer las cosas sólo para poder contarlas después; y en “El bailarín eléctrico” la figura de Chaco crece en la voz de un rengo que narra un duelo que no es con armas sino tirando pasos de baile. Los personajes toman decisiones delirantes que solo se justifican para que la máquina narrativa avance más y más. Porque aquí la ficción —lo único que importa— se impone ante una realidad que evoca desesperadamente un sentido, para luego encontrarse en ese lugar donde nada es exactamente.

Con una prosa elegante de risa a boca cerrada, Caravario honra el lanzamiento de la colección Jóvenes para siempre, un lugar para aquellos que insisten en que escribir está más allá de todo.

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