Tres etiquetas y media
Este hombre, Juan Carlos, vivía en nuestra calle, en la vereda de enfrente, en diagonal hacia la izquierda. Las veces que lo crucé en la calle o en el almacén, aunque lo saludara de la mejor manera, me devolvía el saludo con un leve gesto de cabeza y un sonido imperceptible que dejaba escapar de su boca. Nora decía que era así con todo el mundo, que no tenía nada particular conmigo. Yo no estaba tan seguro de que fuera así. Siempre iba de saco azul y corbata negra. Se decía que trabajaba en el Banco de la Provincia. Los sacos estaban gastados, las corbatas habían perdido el brillo. A su manera era un hombre elegante. Eso me parecía. Alto, flaco, de unos cincuenta y cinco años. Eso sí, la piel de la cara arrugada, agrietada, con manchas de color rojo oscuro en la frente y en el cuello.
Once paladas de nieve
Existe una broma entre los encargados de negocios, por lo menos entre los del Centro. El chiste es que nunca se está con una chica en posición horizontal, en una cama o algo parecido. La cosa siempre es en una oficina oscura, con las persianas bajas, la puerta trabada y los dos a medio desvestirse. La chica, por lo general, es una empleada joven, nueva en el local. Obviamente es un chiste, pero algo de eso hay.
Con Natalia fue distinto.
Editorial: Alto pogo
Nadie extrañaba la luz - Sergio Gaiteri
Tres etiquetas y media
Este hombre, Juan Carlos, vivía en nuestra calle, en la vereda de enfrente, en diagonal hacia la izquierda. Las veces que lo crucé en la calle o en el almacén, aunque lo saludara de la mejor manera, me devolvía el saludo con un leve gesto de cabeza y un sonido imperceptible que dejaba escapar de su boca. Nora decía que era así con todo el mundo, que no tenía nada particular conmigo. Yo no estaba tan seguro de que fuera así. Siempre iba de saco azul y corbata negra. Se decía que trabajaba en el Banco de la Provincia. Los sacos estaban gastados, las corbatas habían perdido el brillo. A su manera era un hombre elegante. Eso me parecía. Alto, flaco, de unos cincuenta y cinco años. Eso sí, la piel de la cara arrugada, agrietada, con manchas de color rojo oscuro en la frente y en el cuello.
Once paladas de nieve
Existe una broma entre los encargados de negocios, por lo menos entre los del Centro. El chiste es que nunca se está con una chica en posición horizontal, en una cama o algo parecido. La cosa siempre es en una oficina oscura, con las persianas bajas, la puerta trabada y los dos a medio desvestirse. La chica, por lo general, es una empleada joven, nueva en el local. Obviamente es un chiste, pero algo de eso hay.
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