De pronto me escucho putear en voz alta, como exteriorizando mi fastidio interno y me doy cuenta de que estoy re duro. Por suerte nadie llega a oír mi puteada. Le echo la culpa al peruano ese que consiguió Robert y a la muy buena porquería que vende. Robert es el único tipo en quien confío, el único que hasta ahora nunca me garcó, lo cual es mucho decir dado mi alto nivel de exigencia. Nos conocemos hace quince años y siempre fui una especie de sponsor para él, eso debe haber influido también. A cambio, hace casi todo lo que le pido. Entre otras cosas, pegarme la mejor merca que se pueda conseguir en nuestro pequeño círculo: el mejor círculo para conseguir merca, el peor para todo lo demás. Me sale carísima, pero para mí no hay plata mejor gastada. Es probable que Robert se quede con una parte del business, pero me chupa un huevo, a mí lo que me importa es siempre tener mi pelpa, sin embarrarme yendo a comprar ni tener que recibir a un fucking dealer en mi casa. El peruano ni idea quién es, me dijo Robert que este año le empezó a pegar a un peruca que era el que le vendía al Diego y, no sé si será cierto, pero a partir de entonces estoy tomando la mejor mandanga de mi vida. Antes odiaba a los peruanos, me parecían todos chorros, ahora reconozco que me caen un poco más simpáticos, porque además a este no se le corta la línea nunca. Estoy almorzando en Josephina’s mientras miro Facebook en mi Mac. El solcito está divino, las pastas al dente. Odio salir de mi casa, pero hoy Betty traía una maid a hacer una limpieza general del quilombo que dejó el mugriento de mi hermano en sus dos días de intruso. 

Editorial: Alto Pogo

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De pronto me escucho putear en voz alta, como exteriorizando mi fastidio interno y me doy cuenta de que estoy re duro. Por suerte nadie llega a oír mi puteada. Le echo la culpa al peruano ese que consiguió Robert y a la muy buena porquería que vende. Robert es el único tipo en quien confío, el único que hasta ahora nunca me garcó, lo cual es mucho decir dado mi alto nivel de exigencia. Nos conocemos hace quince años y siempre fui una especie de sponsor para él, eso debe haber influido también. A cambio, hace casi todo lo que le pido. Entre otras cosas, pegarme la mejor merca que se pueda conseguir en nuestro pequeño círculo: el mejor círculo para conseguir merca, el peor para todo lo demás. Me sale carísima, pero para mí no hay plata mejor gastada. Es probable que Robert se quede con una parte del business, pero me chupa un huevo, a mí lo que me importa es siempre tener mi pelpa, sin embarrarme yendo a comprar ni tener que recibir a un fucking dealer en mi casa. El peruano ni idea quién es, me dijo Robert que este año le empezó a pegar a un peruca que era el que le vendía al Diego y, no sé si será cierto, pero a partir de entonces estoy tomando la mejor mandanga de mi vida. Antes odiaba a los peruanos, me parecían todos chorros, ahora reconozco que me caen un poco más simpáticos, porque además a este no se le corta la línea nunca. Estoy almorzando en Josephina’s mientras miro Facebook en mi Mac. El solcito está divino, las pastas al dente. Odio salir de mi casa, pero hoy Betty traía una maid a hacer una limpieza general del quilombo que dejó el mugriento de mi hermano en sus dos días de intruso. 

Editorial: Alto Pogo