Mi reseña:

"No. Y no me va a hacer cambiar de parecer: usted cometió el gravísimo error de meterse conmigo porque me vio muy vieja, indefensa, una víctima fácil. Ahora aguántesela, qué se le va a hacer, así es la vida de sorprendente. Yo le cuento lo de mi madre y usted me escucha, calladito. Nada de ponerse a contar usted también."
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Una mañana de noviembre, una mujer de 93 años es obligada por un niño de 14 a entrar a su casa con una navaja pinchándole la espalda. Ella, una mujer solitaria sin elección, con astucia lo lleva al baño del fondo y, ante el descuido por una inexperiencia juvenil, lo encierra allí con llave. La novela comienza cuando esta escena ya sucedió y Santi lleva un rato de encierro. El secuestro, aunque ella se niegue a llamarlo así, fue motivado por el deseo de cuidar sus objetos más valiosos y preciados. Sin embargo, enseguida puede el lector notar su motivo principal: tener algo de compañía; tener con quién hablar. Faila, como ella se presenta, tiene el imperioso deseo de contarle a Santi la historia de su madre, Delita, una mujer que murió con sólo 23 años y quien se transformó en el estigma de una familia de clase alta de Buenos Aires de principio de siglo XX al morir cumpliendo su sueño de pilotear un avión.

La particularidad de "Más liviano que el aire" es la voz única del emisor, es decir, que vamos construyendo la conversación y la historia sólo con la voz de la anciana, una mujer que nos genera empatía por su soledad y pasado complejo, y a la vez enojo por su accionar y su discurso clasista y racista.

"Más liviano que el aire" es una novela de prosa rápida y muy argentina, entretenida y original. Recomiendo.

Editorial: Anagrama