Mi reseña

“La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui una cucaracha. Y después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona. O sea, no ocultar lo que fui, pero…ser una persona común. Cuanto más pueda desaparecer entre la gente, mejor. Esa deuda pendiente, de ser uno más. Perdido en el montón.”
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Cuando Ricardo Melogno tenía 20 años asesinó a 4 taxistas con un tiro en la cabeza sin motivo aparente alguno salvo una sensación, un simple impulso, ni siquiera una voz, sino que por inercia; de repente una sensación le recorría el cuerpo: “Es el que viene”. Luego de disparar, se quedaba fumando sin sentir nada, ni alivio, ni adrenalina, ni miedo, ni culpa. Nada. Y así como llegó ese impulso, se fue. Si bien lo esperaron 34 años de cárcel (paso por la Unidad 20 del Hospital Borda, y por las penitenciarias de Ezeiza y de Caseros), los médicos nunca lograron llegar a un diagnóstico concreto, sino que a varios muy contradictorios. En Capital fue considerado inimputable, alguien que cometió los asesinatos sin una real comprensión, mientras que en Provincia, se considera que comprendió y eligió cada acto de modo que es responsable. Es considerado un asesino serial ya que los asesinatos siguen un patrón, pero falta el momento de retracción del impulso homicida. No encaja en su totalidad en una psicopatía porque si bien no sintió nada al asesinar, sí siente empatía en otros momentos; puede entrar dentro del espectro autista por sus formas de responder, y porque siempre tuvo dificultades sociales (de chico hablaba solo, vivía en un mundo de fantasía que le servia como refugio de su vida hogareña: una madre muy agresiva, fanática religiosa y espiritista). Es muy inteligente y no delira ni habla incoherencias; no es esquizofrénico ya que no muestra deterioro, pero sí se acerca a un diagnóstico de parafrenia ya que convive entre los mundos real e imaginario y los reconoce como tales. R. es un caso desconcertante para los médicos ya que no encuentran un causal lógico que explique las motivaciones que pudo haber tenido para matar tan fríamente a 4 personas aleatorias.

Editorial: Anagrama

Magnetizado - Carlos Busqued

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“La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui una cucaracha. Y después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona. O sea, no ocultar lo que fui, pero…ser una persona común. Cuanto más pueda desaparecer entre la gente, mejor. Esa deuda pendiente, de ser uno más. Perdido en el montón.”
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Cuando Ricardo Melogno tenía 20 años asesinó a 4 taxistas con un tiro en la cabeza sin motivo aparente alguno salvo una sensación, un simple impulso, ni siquiera una voz, sino que por inercia; de repente una sensación le recorría el cuerpo: “Es el que viene”. Luego de disparar, se quedaba fumando sin sentir nada, ni alivio, ni adrenalina, ni miedo, ni culpa. Nada. Y así como llegó ese impulso, se fue. Si bien lo esperaron 34 años de cárcel (paso por la Unidad 20 del Hospital Borda, y por las penitenciarias de Ezeiza y de Caseros), los médicos nunca lograron llegar a un diagnóstico concreto, sino que a varios muy contradictorios. En Capital fue considerado inimputable, alguien que cometió los asesinatos sin una real comprensión, mientras que en Provincia, se considera que comprendió y eligió cada acto de modo que es responsable. Es considerado un asesino serial ya que los asesinatos siguen un patrón, pero falta el momento de retracción del impulso homicida. No encaja en su totalidad en una psicopatía porque si bien no sintió nada al asesinar, sí siente empatía en otros momentos; puede entrar dentro del espectro autista por sus formas de responder, y porque siempre tuvo dificultades sociales (de chico hablaba solo, vivía en un mundo de fantasía que le servia como refugio de su vida hogareña: una madre muy agresiva, fanática religiosa y espiritista). Es muy inteligente y no delira ni habla incoherencias; no es esquizofrénico ya que no muestra deterioro, pero sí se acerca a un diagnóstico de parafrenia ya que convive entre los mundos real e imaginario y los reconoce como tales. R. es un caso desconcertante para los médicos ya que no encuentran un causal lógico que explique las motivaciones que pudo haber tenido para matar tan fríamente a 4 personas aleatorias.

Editorial: Anagrama