Cajas de humo

A las tres veintitrés de la madrugada del 6 de octubre de 1799 me convertí en el primer ser humano en soñar con el tren a vapor. Según informó el instituto de análisis estadístico Racing REMs a la mañana siguiente, fui yo el que obtuvo el primer lugar en la reñida carrera de esa noche de octubre. Después del mío, siguieron, en otras dos cabezas de otros dos hombres, el segundo y el tercer sueño con trenes a vapor, la misma noche, pero a las tres y veinticinco y a las tres y veintinueve. Para el mediodía del 7 de octubre, mi primer puesto estaba ya confirmado por todos los organismos pertinentes. Algunos ya empezaban a decir que era un premio que no merecía, que yo solo había dado un paso muy preliminar, demasiado preliminar, hacia la invención de la primera máquina capaz de circular con éxito sobre rieles.
Sin embargo, mi nombre apareció encabezando la tríada en The Daily Dreamer, el periódico especializado de la zona. Aunque en un principio los otros dos nombres me resultaron desconocidos, tras varias relecturas pude comenzar a repetir sus sonidos con familiaridad, una vez y otra vez y otra vez. George Stepson y John Blinkistop. Comunes, extensivos, amplificados; nombres como cualquier nombre,
como el mío también. Nombres de los tres primeros sueños humanos con locomotoras, vagón tras vagón tras vagón. Richard Trevithink, el mío, arriba de los otros dos.

Editorial: Alto pogo

Los límites del control - YAMILA BÊGNE

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Sin embargo, mi nombre apareció encabezando la tríada en The Daily Dreamer, el periódico especializado de la zona. Aunque en un principio los otros dos nombres me resultaron desconocidos, tras varias relecturas pude comenzar a repetir sus sonidos con familiaridad, una vez y otra vez y otra vez. George Stepson y John Blinkistop. Comunes, extensivos, amplificados; nombres como cualquier nombre,
como el mío también. Nombres de los tres primeros sueños humanos con locomotoras, vagón tras vagón tras vagón. Richard Trevithink, el mío, arriba de los otros dos.

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