Mi reseña:

"Viajo a la nebulosa de Jarabakia. Mi nave se desplaza un millón de veces más rápido que la luz creando pliegues espaciales. Las estrellas corren a los lados como los faroles de las autopistas. Estoy sumergido en el líquido tibio y espeso de la cápsula de soporte vital. Los receptores neurónicos son mi enlace con los controles. La nave es una extensión de mi cuerpo y solo tengo que concentrarme para dirigir los motores de antimateria."
_______________________
Leer los 16 relatos cortos que forman este libro me hicieron pensar, una vez más, en cómo será esa nueva normalidad a la que nos estamos dirigiendo a raíz de la pandemia que estamos atravesando como humanidad. Soy docente y, a pesar de extrañar infinitamente lo que siento que era mi vida anterior, cada vez me siento un poco más cómoda con la modalidad virtual. ¿Está bien? No lo sé. No está ni bien ni mal. Me junto a "cenar" con amigos a través de zoom y el contacto a través de las redes sociales es cada vez mayor; las compras digitales crecen y la virtualidad se normaliza. Sin embargo, extraño más que nunca el contacto real y soy defensora de que eso no se pierda, porque nada lo reemplaza. En "Los Hologramas no hacen compañía" el humano viaja en transbordadores y se sumerge en misiones de exploración del universo en búsqueda de planetas habitables que funcionen como hogar a raíz de la superpoblación de la Vía Láctea; convive con androides, robots con antenas de transmisión de datos, biomascotas, usa aplicadores de maquillaje digital, compra ropa sintética que cambia de color y diseño que venden vendedores virtuales, está rodeado de drones comerciales que proyectan publicidades holográficas y se trasladan en deslizadores eléctricos. En las escuelas los libros, cuadernos y lapiceras son ya objetos obsoletos, y los estudiantes se conectan a clases virtuales detrás de avatares, escuchan a docentes robots y estudian la Historia de la Civilización Analógica. Pero el amor trasciende. Los personajes principales son en su mayoría niños y adolescentes que todavía necesitan de sus padres, de sus seres queridos, del amor de una mascota. Una luz de esperanza sigue encendida en este mundo en el que nosotros mismos le damos avance a una tecnología que poco a poco nos rodea cada vez más.

Editorial: China Editora

Los hologramas no hacen compañía - Gonzalo Gossweiler

$12.990,00
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"Viajo a la nebulosa de Jarabakia. Mi nave se desplaza un millón de veces más rápido que la luz creando pliegues espaciales. Las estrellas corren a los lados como los faroles de las autopistas. Estoy sumergido en el líquido tibio y espeso de la cápsula de soporte vital. Los receptores neurónicos son mi enlace con los controles. La nave es una extensión de mi cuerpo y solo tengo que concentrarme para dirigir los motores de antimateria."
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Leer los 16 relatos cortos que forman este libro me hicieron pensar, una vez más, en cómo será esa nueva normalidad a la que nos estamos dirigiendo a raíz de la pandemia que estamos atravesando como humanidad. Soy docente y, a pesar de extrañar infinitamente lo que siento que era mi vida anterior, cada vez me siento un poco más cómoda con la modalidad virtual. ¿Está bien? No lo sé. No está ni bien ni mal. Me junto a "cenar" con amigos a través de zoom y el contacto a través de las redes sociales es cada vez mayor; las compras digitales crecen y la virtualidad se normaliza. Sin embargo, extraño más que nunca el contacto real y soy defensora de que eso no se pierda, porque nada lo reemplaza. En "Los Hologramas no hacen compañía" el humano viaja en transbordadores y se sumerge en misiones de exploración del universo en búsqueda de planetas habitables que funcionen como hogar a raíz de la superpoblación de la Vía Láctea; convive con androides, robots con antenas de transmisión de datos, biomascotas, usa aplicadores de maquillaje digital, compra ropa sintética que cambia de color y diseño que venden vendedores virtuales, está rodeado de drones comerciales que proyectan publicidades holográficas y se trasladan en deslizadores eléctricos. En las escuelas los libros, cuadernos y lapiceras son ya objetos obsoletos, y los estudiantes se conectan a clases virtuales detrás de avatares, escuchan a docentes robots y estudian la Historia de la Civilización Analógica. Pero el amor trasciende. Los personajes principales son en su mayoría niños y adolescentes que todavía necesitan de sus padres, de sus seres queridos, del amor de una mascota. Una luz de esperanza sigue encendida en este mundo en el que nosotros mismos le damos avance a una tecnología que poco a poco nos rodea cada vez más.

Editorial: China Editora