A comienzos de la década de 1950, el entorno de la revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima en La Habana, fue una curiosa reunión de talentos modernos que forjó el futuro de algunos de los escritores más destacados y renovadores de nuestra lengua. Lorenzo García Vega formó parte de ese grupo y años más tarde, en 1978, como una imprescindible revisión que lo ayudara a entender un exilio interminable que lo llevó a Madrid, Caracas, Nueva York y finalmente a su Playa Albina (Miami), asumió una autodefinida condición de no-escritor y se transformó en el notario de aquella época. Los años de Orígenes compone un collage caprichoso y audaz donde la figura de Julián del Casal, la crítica a la moral cubana prerrevolucionaria, la revolución, el boom de la literatura latinoamericana y sus momias, la amistad con Lezama y los reproches al maestro son algunos de los elementos de una instancia testimonial que, como el autor ha definido, es un capítulo de su autobiografía.