Un desplazamiento de escena y llegamos a este mundo para el que Wilcock parece idealmente equipado. La presentación repite siempre la matriz: el nombre del monstruo y poco más de una página y media a la que una simulación descriptiva convierte en relato. Se trata de un minimalismo metódico, de una estilizada proyección.
Como deudor y divulgador de Arcimboldo y de Borges, Wilcock traza el preciso retrato de monstruos que no olvidaremos. Se acostumbra en estos casos a enumerarlos, pero esta vez se prefiere tratar de desentrañar qué rara mezcla de desdén y ambición hizo que el autor, con la energía creadora habitual, los concibiera. Entre el destello descriptivo y la inscripción alegórica, pero sobre todo entre el emblema, con el peso narrativo de su furia simbólica, y el croquis, con su velocidad sintomática de esquema incisivo, el autor se ufana de dejar a su paso una
galería. En ella se reconocen la mayoría de las miserias y pequeñeces humanas, pero también, gracias al humor que todo transfigura, la grandeza literaria capaz de conducirnos del comienzo al fin con la mirada atenta y una sonrisa encantada.

Editorial: La Bestia Equilátera

El libro de los monstruos - J. Rodolfo Wilcock

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Un desplazamiento de escena y llegamos a este mundo para el que Wilcock parece idealmente equipado. La presentación repite siempre la matriz: el nombre del monstruo y poco más de una página y media a la que una simulación descriptiva convierte en relato. Se trata de un minimalismo metódico, de una estilizada proyección.
Como deudor y divulgador de Arcimboldo y de Borges, Wilcock traza el preciso retrato de monstruos que no olvidaremos. Se acostumbra en estos casos a enumerarlos, pero esta vez se prefiere tratar de desentrañar qué rara mezcla de desdén y ambición hizo que el autor, con la energía creadora habitual, los concibiera. Entre el destello descriptivo y la inscripción alegórica, pero sobre todo entre el emblema, con el peso narrativo de su furia simbólica, y el croquis, con su velocidad sintomática de esquema incisivo, el autor se ufana de dejar a su paso una
galería. En ella se reconocen la mayoría de las miserias y pequeñeces humanas, pero también, gracias al humor que todo transfigura, la grandeza literaria capaz de conducirnos del comienzo al fin con la mirada atenta y una sonrisa encantada.

Editorial: La Bestia Equilátera