Mi reseña:

“Faltaba todo. Los injertos de urgencia no estaban más; los pesados párpados con quelonios no estaba más, y las cuencas mostraban los ojos en blanco. hundidos y completamente inmóviles. Lo poco que antes quedaba de los labios y la mejilla más dañada, también había desaparecido. Se veían porciones de huesos de pomelo, de la mandíbula, los dientes y molares, con la lengua laxa que sobresalía un poco entre los huecos de la dentadura. El pelo estaba prisionero de una cofia. La contemple varias horas absorto.”
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Eligia lleva más de 20 años de tormentoso matrimonio con Arón, y un día, él le tira ácido en la cara, destruyéndosela casi por completo. La novela comienza cuando Mario lleva a su madre a la clínica momentos después de la agresión, mientras todavía el ácido hace su meticuloso trabajo de devorar la cara de Eligia. Luego de un año de trabajo de reconstrucción, Eligia viaja con su hijo a Milán en donde los mejores médicos intentarán hacer un milagro. Mario pasa 2 años asistiendo a su madre en la clínica italiana, inmerso en una intensa soledad. Durante este tiempo lucha contra el alcohol y contra la soledad; conoce a Dina, una joven prostituta con quien mantiene una relación de cierto afecto pero de cierta apatía a su vez. Durante todo la novela, Mario relata en primera persona la destrucción y reconstrucción del rostro de su madre con una frialdad que hiela los huesos, pero deja a su vez traslucir la admiración y cariño que siente por ella. “La cara es para recibir a los otros; todo aquello que recibe está en la cara: ojo, oreja, boca y hasta la mejilla, que recibe los golpes. La cara es para que los hombres puedan conocerse a fondo entre ellos. Por eso es sagrada…” Jorge Baron Biza fue un periodista, docente y escritor argentino, nació en 1942 en Córdoba y se suicido en su ciudad natal en septiembre del 2001.

Editorial: Eterna Cadencia