Marea alta
Avanza con las manos hacia delante como una sonámbula. Cerca de la cama, su pie choca contra algo blando. Da un paso atrás, imagina un bicho del tamaño de una foca bebé. Reconoce la respiración de su hija dormida. Se agacha tanteando el tul mosquitero que va hasta el piso. La niña está atrapada entre la cama y el tul, como un pez en una red.
El sonido
Azucena entra a la casa con el paquete en la cartera, pasa por la cocina y va directo a su cuarto. Cierra la puerta. La señora hoy salió temprano y ella decidió tomarse la tarde libre. Al fin y al cabo la casa está limpia y la ropa planchada. Le falta preparar la comida, pero hay tiempo para eso. Abre el paquete y saca los dos enteritos de recién nacido, los extiende sobre la cama, que ocupa casi todo el cuarto. Se
saca las alpargatas pisando el borde de una y luego de la otra con el pie contrario. Se sienta en la cama, sube las piernas, las cruza. En esa posición el jean le ajusta más que cuando está parada. Desabrocha el botón, baja el cierre, descruza las piernas y se sienta sobre los talones, arrodillada. Queda de frente a esa ropa pequeña y celeste. Acomoda los dos pares de escarpines a la altura donde, supone, estarían los piecitos. Los mira, vestidos, por primera vez.
Editorial: Alto pogo
Criaturas - Anahí Flores
Marea alta
Avanza con las manos hacia delante como una sonámbula. Cerca de la cama, su pie choca contra algo blando. Da un paso atrás, imagina un bicho del tamaño de una foca bebé. Reconoce la respiración de su hija dormida. Se agacha tanteando el tul mosquitero que va hasta el piso. La niña está atrapada entre la cama y el tul, como un pez en una red.
El sonido
Azucena entra a la casa con el paquete en la cartera, pasa por la cocina y va directo a su cuarto. Cierra la puerta. La señora hoy salió temprano y ella decidió tomarse la tarde libre. Al fin y al cabo la casa está limpia y la ropa planchada. Le falta preparar la comida, pero hay tiempo para eso. Abre el paquete y saca los dos enteritos de recién nacido, los extiende sobre la cama, que ocupa casi todo el cuarto. Se
saca las alpargatas pisando el borde de una y luego de la otra con el pie contrario. Se sienta en la cama, sube las piernas, las cruza. En esa posición el jean le ajusta más que cuando está parada. Desabrocha el botón, baja el cierre, descruza las piernas y se sienta sobre los talones, arrodillada. Queda de frente a esa ropa pequeña y celeste. Acomoda los dos pares de escarpines a la altura donde, supone, estarían los piecitos. Los mira, vestidos, por primera vez.
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