La cerrazón fría de la madrugada primaveral, la saturación de intemperie, de ansiedad y de hambre acumulados durante días y días de espera en la estación de partida, lo hicieron desear el calor de los cuerpos hacinados en la jaula para ganado del camión, la penumbra asegurada por la lona verde del Ministerio, la irresponsabilidad del pasajero que se sabe con un destino seguro aunque desconocido, que otros deciden y ejecutan. Tras las búsquedas y corridas del principio, se había resignado a separarse de Tota, para luego consolarse pensando que los cálculos que planeaba armar durante el viaje, lo iban a llevar con error mínimo y salvable, hasta el punto exacto donde ella lo iba a estar esperando. Se había subido al Aclo matrícula 101067, admitiendo que el frío en los huesos y el dolor en los pies eran más poderosos que las matemáticas y el amor, aún para un geómetra enamorado.
***
El verano tiene el volumen de una era. Yo siempre frente a ti. Tu cara es una encrucijada de rasgos atropellados por lo blando y lo redondo. Manchas rosáceas, abruptas sobre el tenso esplendor de tu piel blanca, se te han suscitado sobre la interminable teta izquierda, en la grieta ecuatorial del ombligo, entre la gorguera de roscas flácidas de tu cuello. Son pródromos de apocalipsis: mis ingenios de captación y mi lucidez deben potenciarse. Sudo viscosamente. Con un gruñido despido a los confiteros que han aparecido en el porche con su envoltorio blanco, su moño rosado sobre bizcochos afrodisíacos. 

Editorial: Alto pogo

 

China es un frasco de fetos - Gustavo Espinosa

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La cerrazón fría de la madrugada primaveral, la saturación de intemperie, de ansiedad y de hambre acumulados durante días y días de espera en la estación de partida, lo hicieron desear el calor de los cuerpos hacinados en la jaula para ganado del camión, la penumbra asegurada por la lona verde del Ministerio, la irresponsabilidad del pasajero que se sabe con un destino seguro aunque desconocido, que otros deciden y ejecutan. Tras las búsquedas y corridas del principio, se había resignado a separarse de Tota, para luego consolarse pensando que los cálculos que planeaba armar durante el viaje, lo iban a llevar con error mínimo y salvable, hasta el punto exacto donde ella lo iba a estar esperando. Se había subido al Aclo matrícula 101067, admitiendo que el frío en los huesos y el dolor en los pies eran más poderosos que las matemáticas y el amor, aún para un geómetra enamorado.
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El verano tiene el volumen de una era. Yo siempre frente a ti. Tu cara es una encrucijada de rasgos atropellados por lo blando y lo redondo. Manchas rosáceas, abruptas sobre el tenso esplendor de tu piel blanca, se te han suscitado sobre la interminable teta izquierda, en la grieta ecuatorial del ombligo, entre la gorguera de roscas flácidas de tu cuello. Son pródromos de apocalipsis: mis ingenios de captación y mi lucidez deben potenciarse. Sudo viscosamente. Con un gruñido despido a los confiteros que han aparecido en el porche con su envoltorio blanco, su moño rosado sobre bizcochos afrodisíacos. 

Editorial: Alto pogo